Hay regiones que parecen haber sido sacadas de un libro ilustrado, donde cada rincón despierta la emoción de quien lo descubre. Alsacia, al este de Francia, es una de esas joyas. Encajada entre los Vosgos y el Rin, frontera viva entre la cultura alemana y la francesa, Alsacia seduce con sus pueblos de cuento, viñedos infinitos y mercados navideños que parecen hechizados.
En este artículo recorreremos los principales pueblos que ver en Alsacia, sus rutas más emblemáticas, y ese encanto único que convierte a esta región en uno de los destinos más mágicos de Europa. Y, como todo viaje bien preparado, también hablaremos de la importancia de contar con un buen seguro de salud para viajar a Francia, porque la tranquilidad es parte del placer de explorar.
Viajar a Alsacia es un recorrido emocional. No solo se trata de ver, sino de dejarse envolver por la atmósfera, los colores, las flores que trepan por los balcones, el aroma del pan de especias, los relojes que marcan un tiempo pausado. Aquí, lo esencial son los pueblos, cada uno con su personalidad, su historia, sus colores.
Colmar es probablemente el corazón más fotografiado de Alsacia. Su casco histórico es una sinfonía de casas de entramado de madera, canales que serpentean como si Alsacia tuviera su propia “pequeña Venecia”, y tiendas que huelen a vino y canela.
Pasear por la Rue des Marchands es detenerse frente a cada escaparate, cada fachada y cada maceta florecida. Visita la Maison Pfister, del siglo XVI, o el Museo Unterlinden, que alberga el famoso Retablo de Isenheim. Pero más allá de los imprescindibles, Colmar se disfruta mejor sin mapa, con los sentidos bien despiertos y sin prisa.
Eguisheim es un pueblo que parece diseñado por un ilustrador de cuentos infantiles. Sus calles se disponen en círculos concéntricos y están bordeadas por casitas de colores imposibles, tejados empinados y geranios por doquier. Fue declarado «Pueblo favorito de los franceses» en 2013, y no es para menos.
Si se visita en primavera o verano, las flores son protagonistas. En diciembre, el mercado navideño transforma el pueblo en una postal viva, con luces cálidas y aromas dulces en cada esquina.
Entre viñedos y suaves colinas, Riquewihr conserva intacto su trazado medieval. Aquí parece que el tiempo se hubiera detenido. Y, de hecho, se dice que sirvió de inspiración para el pueblo de Bella en «La Bella y la Bestia».
Sus murallas, sus callejuelas empedradas y la Torre Dolder —una puerta de entrada del siglo XIII— crean un escenario que parece de ficción. Es ideal para una visita al atardecer, cuando la luz dorada resalta los tonos de las fachadas y todo parece aún más mágico.
Otro de los pueblos que ver en Alsacia es Kaysersberg, con su puente fortificado sobre el río Weiss y un castillo en ruinas que regala vistas panorámicas. Aquí nació Albert Schweitzer, Nobel de la Paz, y su casa-museo es una parada cultural recomendable.
Kaysersberg es también una excelente base para quienes desean caminar por los Vosgos o explorar bodegas familiares donde el vino blanco alsaciano —el riesling, el gewürztraminer— se degusta como parte de la identidad local.
Alsacia está llena de pequeñas sorpresas: Turckheim, con su ronda nocturna del vigilante que aún se mantiene como en tiempos medievales; Hunawihr, entre viñedos y cigüeñas; Obernai, animada y viva todo el año; Barr, más tranquila, ideal para desconectar.
Cada pueblo tiene una historia que contar, y lo más difícil no será elegir cuál visitar, sino cómo marcharse.
Una de las mejores formas de conocer la región es recorrer la famosa Ruta de los Vinos (Route des Vins d’Alsace), que atraviesa más de 170 km desde Marlenheim hasta Thann, bordeando la cadena de los Vosgos y conectando más de 70 pueblos vinícolas.
Durante el camino, no solo se descubren bodegas y viñedos que ofrecen catas inolvidables, sino también iglesias románicas, castillos en ruinas y panorámicas que cortan el aliento. Alquilar un coche o una bicicleta es una buena opción para hacer esta ruta a tu ritmo.
Aunque el corazón de Alsacia se encuentra en sus pueblos, ninguna visita está completa sin conocer Estrasburgo, la capital regional. Esta ciudad mezcla la arquitectura gótica de su impresionante catedral, con un ambiente cosmopolita y europeo, ya que aquí se encuentra la sede del Parlamento Europeo.
La Petite France, su barrio más emblemático, es un laberinto de canales, casas de madera y antiguos molinos. A pesar de su popularidad turística, sigue teniendo rincones auténticos donde disfrutar de una tarte flambée con un vino local.
En diciembre, Estrasburgo se transforma en la “Capital de la Navidad”. Su mercado navideño es uno de los más antiguos y grandes de Europa, con más de 300 puestos que iluminan la ciudad de esperanza y tradición.
Alsacia no solo son pueblos bonitos. Los amantes de la naturaleza y la historia encontrarán aquí senderos que se pierden entre bosques y castillos en ruinas, como el Haut-Koenigsbourg, restaurado en el siglo XX, que domina el valle desde su atalaya rocosa. Las vistas desde lo alto son inigualables.
Las rutas por los Vosgos ofrecen aire puro, lagos escondidos y la posibilidad de ver ciervos o aves rapaces. En invierno, hay pequeñas estaciones de esquí y en verano, caminatas y picnics.
La cocina alsaciana es robusta, cálida, hecha para compartir. El chucrut (choucroute), la baeckeoffe (una suerte de estofado de carnes y patatas al vino), y las tarte flambée son platos emblemáticos. Y para el postre, el kougelhopf, una especie de bizcocho con almendras y pasas, o los famosos bredele, galletas típicas de Navidad.
En cada pueblo hay winstubs, pequeños restaurantes familiares donde la tradición se mantiene viva. Probar los vinos blancos de Alsacia, especialmente el riesling, es parte esencial de la experiencia.
Cada estación tiene su encanto:
Perderse por los caminos de Alsacia, explorar sin rumbo fijo, detenerse en una bodega, desviarse por un sendero o simplemente sentarse en una plaza a ver pasar el tiempo… todo eso forma parte del verdadero viaje. Y para disfrutarlo de verdad, hace falta viajar con total tranquilidad.
Contratar un buen seguro de salud para viajar a Francia no solo cubre imprevistos médicos, sino que brinda esa paz mental que permite entregarse por completo a la experiencia. Especialmente si se alquila coche, se hace senderismo o se viaja en temporada alta, contar con cobertura adecuada es tan necesario como llevar una cámara de fotos.
Además, en países como Francia, la atención sanitaria para turistas no siempre está cubierta por el sistema público. Tener un seguro especializado es una inversión inteligente, que cuida tanto la salud como el bolsillo.
Hay lugares que dejan huella. Alsacia no es un destino más: es un viaje que conecta con lo sensorial, lo estético y lo emocional. Su mezcla de culturas, la delicadeza de sus paisajes, la calidez de sus pueblos y la autenticidad de su cocina forman una experiencia que permanece en la memoria.
Y cuando se viaja bien preparado, con la certeza de que todo está cubierto, el viaje se vuelve aún más valioso. Porque parte de la magia está en saber que todo está bajo control, y lo único que queda es dejarse llevar.
¿Listo para descubrir qué ver en Alsacia y enamorarte de sus pueblos encantados? Entonces solo queda hacer la maleta, llevar buen calzado, muchas ganas de explorar… y ese seguro de salud que garantiza que todo irá sobre ruedas.